¡Vale, imagina esto! Estás en casa, es una de esas tardes de lluvia que te hacen querer tirarte en el sofá y comer algo que te haga sentir como si te hubieras tragado una nube de azúcar... pero no cualquier cosa, no. Te apetece algo grande, relleno hasta los topes, que te emboste de mala manera. El tipo de postre que no solo te llena, sino que te deja tan satisfecho que tienes que desabrocharte el botón del pantalón. Pero claro, no encuentras nada, ni en las apps de delivery más random. Y la frustración crece.
Tu pareja, al ver tu carita de “tengo ganas de pecar”, decide meterse en la cocina como un chef profesional. Empieza a mezclar harina, huevos y azúcar como si estuviera preparando la receta secreta de la felicidad. Y, tras unos minutos de caos culinario, salen del horno unas... bueno, vamos a llamarlas “galletas”. Pero espera, no son galletas normales. No son esas galletas monas que ves en Instagram, con trocitos de chocolate perfectos y una estética que parece sacada de una revista de cocina fina. No, estas son galletas bastardas; galletas que han salido mal, pero mal en el mejor de los sentidos. Una deliciosa aberración.
Grandes, enormes, y honestamente, parecen que han sufrido ua crisis existencial en el horno. Pero, ¡madre mía cuando las pruebas! La primera mordida y te transporta a otro planeta; una explosión de azúcar, chocolate, y relleno que se te cae por los dedos y un sabor tan putamente bueno que te olvidas de todo lo demás. Te embosta de tal manera que te sientes como un niño en una fiesta de cumpleaños, pero sin la presión social de no mancharte.
Y desde ese día, ya no hubo vuelta atrás. En medio de todo ese “desastre culinario”, se nos ocurrió: La Bastardería, un concepto que nos representa. ¿Por qué conformarse con postres “cuquis” cuando puedes tener algo basto, algo que se ríe en la cara de la perfección? Así nació nuestra tienda dulce, pensada para todos los que no tienen miedo de embadurnarse las manos, mancharse la boca y disfrutar sin complejos. Aquí no hay espacio para los finolis, para los que comen con cubiertos y se limpian la boca con servilletas como si estuvieran en una cena de gala. No, no. Aquí vienes a hartarte como un cerdo, literalmente. Y claro, por eso nuestro logo es un cerdo bien simpático, porque eso es justo lo que queremos que hagas: comer como si no hubiera mañana, sin vergüenza alguna.
La Bastardería es una declaración de principios; aquí no hacemos postres convencionales, no nos interesa ser refinados ni entrar en competencias de presentación. No, aquí lo que importa es cada mordida, que te embriague ese relleno cremoso que se defina como una bomba de felicidad. Nuestras galletas no son elegantes, pero son salvajes. Son tan rellenas que te preguntas si estás comiendo una cookie o abriendo un cofre del tesoro, y lo mejor de todo es que no te juzgamos por cómo te la comes. ¿Quieres comértelas con las manos llenas de chocolate? Adelante. ¿Prefieres usar una cuchara porque hay tanto relleno que no puedes ni sostenerla? ¡Bien por ti! Aquí vale todo; no hay reglas, solo diversión y gula.
Sí, nuestros postres son bastos. rebeldes, pero te prometemos que nunca has probado algo así. Al final, somos más que una postrería; es una experiencia. De manera que, si te gustan los postres sin filtro, esos que son más grandes que tu mano y más dulces que tu abuela en Navidad, La Bastardería es tu paraíso. Conócenos, hártate y disfruta del caos dulce.
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